Ladrón by Alena García

Ladrón by Alena García

autor:Alena García
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
publicado: 2016-08-27T22:00:00+00:00


* * * *

Llegamos a Cuba a las nueve de la mañana.

Por la tarde, ya estábamos cruzando el Atlántico rumbo a Madrid. Habíamos escapado, pensaba yo durante el vuelo. Pero ¿y la próxima vez? Vivir así, en permanente riesgo y huyendo precipitadamente para salvar el pellejo...

No digo que sea aburrido, pero no estaba segura de poder soportarlo por mucho tiempo. Mi relación con Marcos era inmejorable, nos entendíamos, nos queríamos, me respetaba, sentía aprecio por él; pero su pasión por vivir instalado en el riesgo perpetuo me desbordaba.

El avión no era el sitio apropiado para tratar el asunto. Así pues, lo aplacé hasta llegar al piso de Madrid.

Llegamos a las cuatro de la mañana. No era momento de tratar el tema. Lo volví a aplazar para el día siguiente. Pero por la mañana Marcos ya no estaba. Con frecuencia, se levantaba al alba y salía de casa. Como es más sigiloso que un felino al acecho, nunca me percataba de su marcha.

Me llamó por la tarde. Iba de camino a un asunto importante y no sabía cuándo volvería. Quizá estuviera fuera un par de días, me dijo. Me resigné y cogí mis pinceles, dispuesta a pasar una jornada de creación ininterrumpida.

Marcos estuvo fuera tres días. Volvió demacrado, más delgado, como si no hubiera comido ni dormido en un mes. Tenía unas ojeras que no le había visto nunca, la mirada enrojecida y el pelo revuelto y sucio.

—Marcos, ¿qué ha ocurrido? Tienes un aspecto terrible, cariño.

—Sí, reconozco que, físicamente, pocas veces he estado peor. Pero vuelvo satisfecho, con información excelente. Sólo necesito dormir. Dormir un día entero, o dos. Llevo más de setenta horas sin pegar ojo.

—De acuerdo, vete a descansar. Yo voy a pintar, no haré ruido, no voy a molestarte. Cuando te despiertes, me cuentas todo.

Casi no llegó a la cama, tuve que ayudarlo, de lo débil que estaba.

Durmió dieciocho horas seguidas. El sueño mejoró su aspecto. Tenía un hambre de lobo y estuve cocinando dos horas sin parar. No se saciaba. Al fin, cuando su estómago le permitió hablar, me explicó todo.

—He estado en Bruselas. Había reunión de presidentes de los países europeos. Conseguí, a través de un contacto que me debe muchos favores, acreditarme como camarero e infiltrarme en la cena de gala.

»Bien, pues antes de la comida, mientras todos hablaban y se daban palmadas en las fofas espaldas, afané los móviles de seis de ellos. Ahora tengo las direcciones, los correos, los contactos de seis presidentes de la Unión Europea.

»Todos son interesantes, pero uno lo es especialmente. ¿Adivinas cuál? —me preguntó Marcos con un tono extraño, que no solía emplear, como el de quien quiere imitar la voz de un niño.

—No, Marcos, cómo voy a adivinar cuál si no me lo dices.

—Me ha interesado en extremo la carpeta de contactos del teléfono del presidente polaco —reveló.

Marcos calló unos segundos, esperando sin duda alguna reacción por mi parte. Como yo no decía nada, sino que me quedé mirándolo con una mirada interrogativa, saltó:

—En esa lista está tu número, Mónica.



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